Detrás de la majestuosidad escénica de Los pilares de la tierra, el musical se esconden historias de dedicación, precisión y arte puro.
Cada elemento del espectáculo —desde un rosetón de más de media tonelada hasta transformaciones imposibles en segundos— ha sido concebido para emocionar, inspirar y rendir homenaje al poder de la creación.
Uno de los mayores símbolos del espectáculo es su imponente rosetón, una obra maestra artesanal que mide 6 metros de diámetro y está compuesta por más de 2.200 piezas de cristal en siete colores diferentes.
Su peso alcanza los 560 kilos, y su construcción requirió más de 400 horas de trabajo artesanal y la dedicación de seis especialistas que ensamblaron cada pieza a mano.
Cuando la luz lo atraviesa, la catedral cobra vida. Es un momento de pura emoción, un estallido de color que simboliza la unión entre arte, fe y técnica.
El vestuario de Los pilares de la tierra, el musical es otro de los fundamentales de esta gran producción.
Cada prenda y complemento ha sido confeccionado a mano, cuidando cada textura, costura y detalle para reflejar la época con rigor histórico.
En total, se realizan casi 180 cambios de vestuario a lo largo de la función, incluyendo transformaciones tan asombrosas como la del Prior Philip convirtiéndose en Obispo en tan solo 40 segundos.
Un reto de coordinación y precisión que solo puede lograrse con el compromiso de un equipo que respira arte en cada movimiento.
Durante el espectáculo podemos ver dos tipos de espadas. Las espadas de lucha están hechas de metal y se utilizan en las batallas, ya que al estar forjadas suenan como espadas reales al chocar.
Las espadas de vestuario son muy parecidas a las de lucha, salvo que son más ligeras, facilitando las entradas y salidas del escenario y cambio de vestuario. Cada actor tiene su propia espada y cada una de ella está representada con el sello de su casa.
El propio Ken Follett, autor de la célebre novela, ha supervisado personalmente la producción para garantizar que el espectáculo mantenga la esencia y fidelidad de su obra original.
Más allá de su espectacular puesta en escena, este musical es una oda al talento colectivo. Cada nota, cada costura y cada fragmento de vidrio reflejan la pasión de cientos de profesionales que han hecho posible esta epopeya escénica.
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Solo hasta el 25 de octubre en el Teatro Principal de Zaragoza.
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Funciones a partir del 20 de noviembre en el Teatro Gran Vía Madrid.